
Así lo vivimos, así queremos que los vivas vos también

Subimos de noche, guiadas por las Estrellas. Un Cielo profundo, tan abierto que parecía abrazarnos con cada paso. Al llegar, todavía la oscuridad tejía su velo sobre la laguna. Había una quietud expectante. Se asomaban apenas unos hilos de luz, como si el día estuviera despertando muy despacito, y aún así esos rayos anaranjados que tanto esperábamos parecían no aparecer.
Y aunque sabíamos que el clima prometía ese amanecer espectacular, vibrante, algo en mí dudaba. Había una chispa de inquietud, como si una parte no pudiera entregarse del todo. Entonces, mientras me envolvía con una manta de polar y sostenía una taza de té para calentarme entre las manos, con el frío en la cara y el viento acariciando los silencios, esperamos con el corazón ansioso y un poco temeroso, pero también rendido y entregado a la experiencia.
Pasó un rato, quizás media hora, quizás un poco más, y cuando ya parecía que nada iba a cambiar, me entregué. Cerré los ojos, me conecté con el, ese hermoso macizo, con ese lugar que tanto Amo, con mi amigo el Chaltén. Conecté con la Tierra y el Cielo y solté.
Y entonces pasó. Como si la Montaña me hubiese escuchado. Abrí los ojos, y ahí estaban. Los primeros rayos naranja empezaron a desplegarse sobre las piedras. Todo se volvió dorado, como si el alma del paisaje me abrazara de vuelta. Estaba adentro de un cuadro. Una imagen perfecta, pero viva. Un regalo. Un reflejo de la inmensidad que también late en mí.
Así nos atravesó y vivimos la experiencia de el amanecer en el Fitz Roy. Un encuentro tan especial y único que queremos compartir con vos y juntxs ser cómplices testigos de este
mágico momento ...venís?